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Las formas del pensamiento constituyen uno de los factores o medios cognoscitivos más 
importantes; en ellas, el hombre refleja el hecho de que la naturaleza en constante movimiento se halle
sujeta universalmente a leyes. El proceso lógico en virtud del cual se traza un cuadro científico del
universo se cumple en los juicios, razonamientos, hipótesis, teorías, conceptos, categorías, etc.
 
El problema fundamental de la lógica dialéctica consiste en estudiar la formación y el desarrollo 
de las formas del pensamiento, y en esclarecer el papel que desempeña la práctica en el desenvolvimiento
de dichas formas. La dialéctica investiga en todos sus aspectos las formas del pensamiento, pone al
descubierto su contenido objetivo y señala sus relaciones mutuas en el proceso de adquisición de un
conocimiento verdadero sobre el mundo.
 
Una de las formas del pensamiento es el juicio; gracias a él conocemos diferentes aspectos, 
propiedades y relaciones de los objetos. El juicio es un pensamiento en el que se afirma o se niega algo
de algo. En él se expresa la dialéctica de lo singular y lo general. Por ejemplo, en el juicio “el oro es
metal”, “el oro” es lo singular y “metal” es lo general. En el proceso cognoscitivo se pasa de un juicio a
otro, y de cierto nivel de conocimiento a otro, más elevado. Las diversas formas del juicio son eslabones
o factores aislados de ese proceso.
 
El conocimiento se mueve de lo singular a lo general a través de lo particular. El juicio sigue la 
misma trayectoria de desarrollo: del juicio singular se pasa, a través del particular, al juicio universal.
En el juicio singular se establece la relación entre determinados fenómenos. El desarrollo ulterior del
conocimiento conduce a la formulación de un juicio en el que se refleja la ley que rige la relación
entre algunas formas particulares de movimiento (juicio particular); por último, en el juicio universal
conocemos la ley universal del desarrollo. Así, la ciencia estableció primeramente que los átomos de
un elemento aislado el radio, por ejemplo, podían descomponerse en partes integrantes más simples;
he ahí un Juicio singular. Más tarde, se formuló el siguiente juicio particular: algunos de los elementos
conocidos hasta hoy es decir, todo el grupo de elementos más pesados poseen la propiedad de la
radiactividad natural. En nuestros días, la ciencia ha alcanzado tal nivel de desarrollo que puede
formular el siguiente juicio universal: todo elemento químico en determinadas condiciones puede 
transformarse en otro elemento.
 En el proceso cognoscitivo tiene una enorme importancia el razonamiento. Llámese
razonamiento a la forma discursiva por medio de la cual obtenemos un conocimiento nuevo, partiendo
de otro, ya establecido. Por ejemplo, el hombre no ha medido directamente la distancia que separa
a la Tierra de otros astros; sin embargo, puede conocerla mediante el proceso de razonamiento. La
base objetiva de la posibilidad de pasar de lo conocido a lo desconocido es la sujeción a leyes en la
naturaleza y en la sociedad. La concatenación de los fenómenos, ajustada a leyes, reviste un carácter
universal; de ahí que, basándonos en el conocimiento de ella, podemos establecer conclusiones acerca
de fenómenos que no hemos observado directamente, pero que se hallan sujetos a la acción de leyes
conocidas. El hombre no puede percibir los átomos en forma sensible; sin embargo, el razonamiento
que parte de leyes ya conocidas le permite saber que todos los átomos se componen de electrones,
protones y neutrones.
Los razonamientos adoptan múltiples formas: unos conducen a conclusiones que proporcionan 
un conocimiento cierto, y otros, a conclusiones que dan un conocimiento más o menos probable. La
historia de la filosofía ha conocido diversos intentos de presentar determinada operación discursiva
como la única vía para alcanzar nuevos conocimientos. Los empiristas como Bacon, Locke y otros
consideraban que dicha vía era la inducción, es decir, el proceso discursivo que va de lo particular a
lo universal, de ciertos hechos singulares a una conclusión general. Los racionalistas como Descartes y
otros exageraban, por el contrario, el papel de la deducción o proceso discursivo que va de lo universal
a lo particular, extendiendo una tesis general a determinados casos particulares. Tanto la concepción
de los empiristas como la de los racionalistas se caracterizaban por su unilateralidad. No hay ninguna
rama de la ciencia en que se emplee exclusivamente el razonamiento inductivo o bien el deductivo.
 
La lógica dialéctica señala el nexo, la unidad existente entre las diversas clases de inferencia en 
el proceso de conocimiento de la realidad. La inducción y la deducción se complementan mutuamente.
“En vez de exaltar unilateralmente la una a costa de la otra, hay que procurar poner a cada una en
el lugar que le corresponde, lo que sólo puede hacerse si no se pierde de vista que ambas forman una
unidad y se complementan mutuamente.
 
En el proceso cognoscitivo, el hombre observa algunos casos particulares que después generaliza 
para formular así una conclusión general. Tal es el proceso inductivo. La generalización obtenida de
este modo se extiende a nuevos fenómenos, hechos y casos. En ello consiste la deducción. Así, por
ejemplo, al estudiar algunos elementos químicos, Mendeléiev descubrió la relación existente entre el
peso atómico de los elementos y sus propiedades químicas. Ello le llevó a formular la ley periódica
de los elementos, de la cual extrajo algunas conclusiones particulares (siguiendo un razonamiento
deductivo) para ciertos elementos singulares: es decir, predijo las propiedades de nuevos elementos, aún
no descubiertos, rectificó los pesos atómicos de otros poco estudiados, etc. Así progresa la ciencia a lo
largo de un proceso en el que la inducción y la deducción se relacionan y complementan mutuamente.
 
La deducción no puede prescindir de la inducción: para deducir algo de lo general, hay 
que obtener esto último previamente. En el hombre no existen las ideas innatas. Por otra parte, la
inducción presupone necesariamente la deducción. La inferencia inductiva por sí sola no proporciona
un conocimiento cierto. No basta observar que cierta propiedad se repite en una serie de objetos para
ver esto como una prueba de que dicha propiedad se presenta necesariamente y con sujeción a leyes
en todos los objetos de una clase dada. Hay que comprobar la generalización obtenida de la inducción, 
extraer de ella las conclusiones adecuadas y verificar estas últimas en la práctica. De ahí que sólo la 
interdependencia de la inducción, la deducción y la práctica pueda dar un conocimiento cierto. 
 
La ciencia no conduce de inmediato a un conocimiento seguro de la esencia, de la ley que rige 
el desarrollo de los fenómenos. La vía que conduce a ese conocimiento pasa a través de la formulación
de hipótesis o supuestos y de su comprobación en la práctica. Al investigar un fenómeno, el hombre
de ciencia propone cierta explicación, es decir, formula una hipótesis acerca de las relaciones del
fenómeno, sujeta a leyes. Indagaciones posteriores le llevan a descubrir nuevos hechos, bien entendido
que algunos puedan contradecir la hipótesis formulada. Surge entonces la necesidad de una nueva
explicación, o sea de una nueva hipótesis. De este modo, pasando de una explicación a otra más
exacta, el hombre de ciencia llega a establecer una ley.

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